lunes, 5 de diciembre de 2016

Reciclaje de impresoras: basura tecnológica



Las impresoras se han convertido junto con los ordenadores personales y los dispositivos móviles, en una herramienta tecnológica de amplio uso en todo el mundo.

La avalancha de innovaciones tecnológicas que surgen día a día hacen que todo dispositivo electrónico y consecuentemente las impresoras, se vuelvan obsoletos rápidamente. Esto ha sido potenciado por un fenómeno social que anima a reemplazar equipos a menudo para contar con la tecnología más puntera, aunque estos funcionen correctamente y sin pensar si realmente necesitamos los más nuevos del mercado. El constante cambio y rotación de estos equipos se traduce en una mayor generación de residuos y basura tecnológica altamente contaminante.






Esta realidad por sí misma es alarmante, pero la agrava el hecho de que muchos de los componentes utilizados en la fabricación de estos equipos electrónicos son altamente tóxicos, degradan el medio ambiente y en muchos casos son peligrosos para la salud humana. Solo por citar algunos ejemplos: el cromo, aluminio, hierro y otros metales usados para las cubiertas, el cadmio presente en la composición de baterías, el mercurio, plásticos no degradables, etc.

Según la plataforma medioambiental Recyclia, de una impresora con un peso medio de 10 kg se pueden extraen mediante las actuales técnicas de tratamiento 4,8 kg de metales -mayoritariamente hierro-, 4 kg de una mezcla de plásticos y 310 gramos de vidrio

¿Y cuánta basura electrónica se produce en el mundo? Según estimaciones de asociaciones ecologistas el número es una locura: 40 a 50 millones de toneladas al año, y la tendencia es que el problema se agrave hasta proporciones incalculables.

Ante tal problema contemporáneo, es importante tomar conciencia individual y colectiva para paliar los efectos devastadores de este tipo de contaminación.

Muchos organizaciones intentan que el problema se soluciones desde las leyes, obligando a los fabricantes a que construyan sus aparatos con elementos menos perjudiciales, y si esta línea es correcta no olvidemos que los particulares también tenemos una parte de responsabilidad.

– Debemos reducir drásticamente el consumo. Debemos preguntarnos si es preciso cambiar cada año de impresora para tener una un poco mejor si la actual aún funciona. La compra debería realizarse siempre por necesidad y no por capricho o por el gancho del precio que tanto utilizan los fabricantes, para luego pagar los cartuchos a precio de sangre de unicornio.

– Cuando una impresora ya no nos sirva debemos intentar reutilizarla, ofrecérsela a un amigo, ONG, o asociaciones, que se dedican a su reparación y posterior venta para destinar el dinero obtenido a proyectos sociales o sostenibles.

– Existen empresas que se encargan reparar daños si los hubiera o reutilizar sus componentes para otras impresoras y volver a ponerlas en circulación, para así poder extender su tiempo de vida útil.
Aunque la reutilización siempre resulta más, si esto no es posible debemos deshacernos de los impresoras que ya no sirvan en un punto especializado de reciclaje.

Siguiendo los consejos mencionados sobre estas líneas, habremos hecho una pequeña parte de nuestra aportación para conseguir reducir la gran problemática de la basura electrónica

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